domingo, 2 de marzo de 2014

INSTITUCIONES Y DIÁLOGO.


Hoy más que nunca, el valor de las instituciones como pilar fundamental del desarrollo y el diálogo cobra importancia en Venezuela. Y no es porque en Venezuela existan instituciones sólidas y confiables, sino porque justamente ese es uno de los tantos motivos por los cuales nuestro país mantiene los alarmantes niveles de conflictividad social. Basta con estudiar nuestra historia (incluyendo la colonial) para darse cuenta que las instituciones como instancias para dirimir conflictos sociales, han estado ausentes para el venezolano.
Recientemente, el gobierno nacional hizo una invitación a la llamada “Conferencia por la Paz”. A ella asistieron empresarios, diputados, alcaldes, gobernadores y distintos representantes de la sociedad venezolana. Todos hablaron en un ambiente de… cordialidad, crítica constructiva, de saludos protocolares, reflexiones televisadas. Realmente, parecía genuino. El objeto: abrir el diálogo entre los distintos sectores de la sociedad.

Ahora bien, así como la protesta es el instrumento de lucha democrática por excelencia, por su parte, el diálogo es el medio  indiscutible que emplean las sociedades para procurar entendimiento frente a visiones divergentes. Usualmente, el diálogo requiere de interlocutores válidos para que las partes antagónicas superen sus diferencias o alcancen acuerdos consensuados, cuyo rol, comúnmente, es ejercido por las instituciones. La iglesia, las universidades, los poderes públicos son ejemplo de instancias institucionales facilitadoras de acuerdos.

En las actuales circunstancias de efervescencia social, ¿Cuál sería esa instancia institucional capaz de propiciar entendimiento entre el gobierno y la oposición? ¿Los poderes públicos? ¿Los mismos que son responsables de la impunidad, los altos índices delictivos, la corrupción, los abusos policiales, las violaciones de derechos humanos, fraude electoral? No hay diálogo sincero cuando los promotores del diálogo son la causa y consecuencia del desmembramiento institucional del país. Hay que ser enfáticos: no es posible el diálogo con Rodriguez Torres, Ortega Diaz, Iris Valera, Diosdado Cabello. No puede hablarse de la soga en casa del ahorcado.

¿La iglesia, las universidades? ¿Las mismas instituciones que el gobierno ha vilipendiado para justificar sus desaciertos y su discurso de división social? Han sido numerosos los improperios que el gobierno le ha dedicado a la Conferencia Episcopal, y mucho “gas del bueno” han recibido las universidades, para creer  que el gobierno reconocerá a esas instancias como medios facilitadores de acuerdos.


Hoy, cuando Venezuela clama por diálogo, pareciera no haber espacios institucionales para su desarrollo. Ya sea porque arrastramos la desgracia histórica del personalismo, o porque el gobierno se ha encargado generar un discurso cargado de odio y división, lo cierto es que Venezuela requiere de instituciones para el diálogo, la fraternidad y la unión.


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