domingo, 15 de diciembre de 2013


A RECTIFICAR

Sucedieron las elecciones municipales del 8 de diciembre y los resultados ofrecen varias lecturas para la oposición. Para los más optimistas, es un gran logro haber obtenido en estos comicios más alcaldías que las obtenidas en el 2008. Y para los más negativos, el 8 de diciembre refleja el estancamiento de una oposición tibia al momento de encarar al gobierno y al “castrocomunismo”. Digamos, los extremistas en la oposición tienen sus lecturas particularizadas.

Lo cierto, es que los resultados del 8 de diciembre invitan a la reflexión para quienes vemos en la Mesa de la Unidad Democrática un logro de oposición política venezolana. Con sus aciertos y desaciertos, indudablemente ha sido una experiencia positiva para nuestra historia política del siglo XXI. La reflexión debe ser ponderada, en sosiego, con cabeza fría, y entendiendo que la Mesa de la Unidad Democrática no es la única responsable de lo sucedido, sino que también como venezolanos somos corresponsables. En todo caso, la crítica que deba hacerse, que sea en términos positivos, o al menos que tienda a un examen objetivo de los actores políticos y sociales involucrados.

 Indudablemente, la MUD debe evaluarse. No se perseguían 80 alcaldías, sino mucho más, al menos 100. Tampoco se planteaba una paridad en los votos totales, pues el anhelo era un resultado contundente que allanara el camino de una salida democrática de este gobierno. Nada de eso sucedió, y ahora el 2014 se vislumbra de dificultades políticas.

 Como es usual, Ramón Guillermo Aveledo dio una demostración de humildad y talante político al poner a la orden su cargo dentro de la MUD, si es que las circunstancias lo exigen. Ojalá decidan no prescindir de él. En todo caso, no es el único que debe demostrar gestos de rectificación. Capriles debe hacerlo, pues no soy un autómata fanático que apoya a ultranza su liderazgo; los partidos y su imposibilidad de generar auténticos liderazgos locales, también deben hacer lo propio; el discurso político de la MUD y sus trabas para generar identificación con el ciudadano, es preciso abordarlo y potenciarlo.

Igualmente, a nosotros como venezolanos nos toca cuestionarnos qué tipo de futuro y de sociedad perseguimos. ¿Por qué si habíamos avanzado tanto en la construcción de una nueva mayoría, ahora tomamos la decisión de ser indiferentes y estancarnos? ¿Por qué se legítimo (con voto o abstención) el discurso del pillaje, el tosti-arepa barato, de la miseria saqueadora gubernativa? ¿Por qué no creemos en la construcción paulatina y progresiva de liderazgos locales? ¿Por qué cometiste la gran estupidez de abstenerte? En sociedades normales, el descalabro económico, la demagogia, el desmembramiento institucional y la descomposición social, se castigan con votos y sustituyendo viejos liderazgos por unos nuevos. Pareciera que en Venezuela sucede todo lo contrario.

Si la borrachera decembrina, los aguinaldos y el hastío generalizado lo permite, invito a pensar en tranquilidad y en positivo sobre la rectificación de la MUD.

sábado, 2 de noviembre de 2013


VENEZUELA ES UNA BOMBA DE TIEMPO

El título de este artículo se lo debo a los comentarios de unos compañeros de trabajos, con quienes he tenido la oportunidad de conversar sobre la situación de Venezuela.
Pareciera que el país está en una debacle sin vuelta atrás.

Económicamente, somos altamente dependientes de las importaciones: No somos capaces de producir rubros tan básicos como granos, azúcar, carnes, textiles; en fin, somos una economía de puerto. Incluso, la gasolina, cuyo abastecimiento en todo el  país no debería tener inconvenientes dada nuestra condición de país petrolero, hoy en día la importamos desde Colombia. A lo anterior, se agrega una inflación anualizada que ya supera el 50 por ciento, y el desabastecimiento generalizado de productos de primera necesidad. Simplemente, estoy resaltando uno de tantos aspectos que inciden en nuestra devastada economía.

Socialmente,  somos un país en altamente conflictivo, caracterizado por constantes demandas sociales como vivienda, reivindicaciones laborales, condiciones hospitalarias, infraestructura y vialidad, el colapso de los servicios de agua y luz. Asimismo, somos un país con uno de los índices de violencia más altos del mundo, y  además, atravesamos una profunda crisis penitenciaria.

Y políticamente, Venezuela es un país desmembrado institucionalmente, con altos índices corrupción, sin posibilidad de diálogo, con un discurso político de Estado excluyente, paquidérmico, burocrático.
Pareciera que sobre las circunstancias antes descritas, el país está encaminado hacia un desenlace de resultados lamentables para todos los venezolanos. Pareciera, que la mecha esta bomba de tiempo es muy corta, y puede explotar en cualquier momento.

Sin embargo, la actual crisis económica, social y política que atravesamos, no es nueva. Al menos, han sido 8 años de innumerables casos de corrupción, expropiaciones al sector privado, el discurso del apátrida, escuálido, pitiyanquis de despilfarro petrolero, de más de diez mil fallecidos por víctimas de la violencia, sin independencia de poderes públicos, represión, demagogia, populismo. Desde este punto de vista, la mecha ha sido extremadamente larga, y hemos aguantado mucho.

Lo que me preocupa de lo que vivimos ahora como venezolanos, no es lo insostenible de esta situación, sino algo mucho peor: que nos hayamos acostumbrado a esto; me da temor que así como las sociedades se acostumbran al progreso y al desarrollo, también se acostumbran a esto que vivimos actualmente. 

Venezuela es una bomba de tiempo, y en esta incertidumbre, no sabemos si estamos frente a los últimos días de este gobierno, o bien frente a una sociedad acostumbrada al subdesarrollo…

domingo, 27 de octubre de 2013

EL PLEBISCITO DE CAPRILES.


El pasado lunes 21 de octubre, Henrique Capriles dijo en una Asamblea de ciudadanos en Caracas que las próximas del 8D debían convertirse en un plebiscito (http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/131021/capriles-el-8d-debe-convertirse-en-un-plebiscito).

 Pero ¿Qué es un plebiscito? ¿Por qué Capriles dijo eso?

Usualmente se emplea el plebiscito para aludir al voto popular de aprobación o rechazo, que generalmente recae sobre aspectos vinculados, a actos políticos o decisiones tomadas por el gobernante.

Venezuela viene de atravesar unas elecciones presidenciales de resultados cuestionables y cuyo margen de “victoria” a favor de Maduro fue muy estrecho. De manera que, después del 16 de abril quedan en pugna dos modelos de liderazgo que buscan terminar de consolidarse. Y son las elecciones municipales el evento electoral que permitirán a Capriles como a Muduro medir el impacto de su liderazgo en la política venezolana.

En el caso de Capriles, cuando dijo que estas elecciones debían convertirse en un plebiscito, lo hizo en referencia a Nicolás Maduro. Es decir, que la votación en los municipios este 8D, sea el reflejo de un descontento nacional caracterizado por una corrupción  gubernamental descarada, altas cifras de criminalidad y una grave crisis económica, cuyo responsable directo es Nicolas Maduro.

Sin embargo, las venideras elecciones también significan un plebiscito para Henrique Capriles. No ganar las alcaldías previstas por la MUD (aproximadamente entre 100 y 120), y una baja participación de la oposición, son factores que pondrían en duda su liderazgo en lo interno de la oposición. Debe tenerse presente que históricamente las elecciones municipales están marcadas por cifras de regular participación, que sumado al complejo y poco motivador panorama que vive el país actualmente, podrían terminar generando resultados pocos satisfactorios para la MUD.

Ahora, considerando la tradición personalista de nuestro país ¿Es gratificante ver a Capriles recorriendo a Venezuela sirviendo de portaaviones? En lo absoluto. Precisamente, verlo levantarle la mano a cualquier cantidad de candidatos a Alcaldes, me hace recordar al propio Chávez años atrás. Al final (con sus abismales diferencias), se trata de un liderazgo que trata de ser endosado a otra persona.

Sobre la base de la pregunta anterior ¿Hubiese tenido Capriles otra alternativa? Simplemente no. Es decir, habiéndose erigido como una figura nacional en la política venezolana, naturalmente, ahora trata de consolidar su estatus de líder en cada evento o suceso político de envergadura nacional para nuestro país.

No estoy de acuerdo con el carácter plebiscitario que tienen las elecciones municipales del 8D por dos razones muy sencillas: La primera de ellas, su carácter personalista. Y en segundo lugar, el carácter plebiscitario de estas elecciones, lejos de fortalecer a los liderazgos locales, los disminuye, los ensombrece, los reduce a una mano levantada y a una foto en la valla de una autopista, a la foto retocada en una computadora, a una propuesta vacía que aboga por el “cambio” o por el “trabuco del progreso”.
Pero no hay duda, el 8D serán unas elecciones plebiscitarias.


… Y también será el plebiscito de Capriles.

domingo, 13 de octubre de 2013

APROXIMACIÓN A LA DESCENTRALIZACIÓN

Escribir este artículo no fue fácil. En lo absoluto.

Quizá estas líneas debieron estar dedicadas a lo acontecido en la Asamblea Nacional el pasado martes 9 de octubre, y expresar mi más profundo repudio a ese modelo de hacer política que se personifica en las cabezas del Ejecutivo y Legislativo de la República; ellos, que son la humanización de la decadencia ciudadana usurpando (literalmente) cargos públicos; los rostros de la descomposición institucional en Venezuela. Debí escribir sobre ellos  y lo que significan en términos éticos para el país.

No fue fácil, pero lo hice…

Por el contrario, creo que es una labor infinitamente más positiva, hurgar en nuestra historia sobre aquellos aspectos que nos dan “densidad histórica”, como diría Mario Briceño Iragorri.

Es por ello que continuaré escribiendo –al igual que mis dos artículos anteriores-, sobre la descentralización en términos históricos para Venezuela.

En el artículo anterior di una aproximación, entre otros aspectos, del porqué de esa discusión entre lo federal y lo central, mencioné cuales fueron los textos constitucionales que en el siglo XIX se aproximaban a un modelo centralizado o  descentralizado de organización estatal, e insinué algunas causas que motivaron al fracaso de las banderas federales y centrales en aquella centuria.

Ahora bien, para finales del siglo XIX, y con los textos constitucionales de 1874 y 1.881 promovidos por Guzman Blanco, se inicia la consolidación definitiva de la centralización del poder político en Venezuela.

Así las cosas, Venezuela inicia el siglo XX con la recién sancionada Constitución de 1.901, decretada por Cipriano Castro. Al texto constitucional de 1.901, sucedieron las reformas de 1.904, 1.909, 1.914, 1.922, 1.925, 1.928, 1.929 y 1.931, todas ellas durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. En esas primeras tres décadas del siglo XX, el proceso de centralización fue abierto y cada vez más acentuado. La  modificación de la división político territorial, elecciones indirectas para la elección del cargo del Presidente, la reducción y ampliación del período presidencial, la unificación de las Fuerzas Armadas, la ampliación de materias reservadas al Poder Nacional, fueron mecanismos empleados al inicio del siglo XX para acentuar la organización centralizada del Estado venezolano.  
La Constitución de 1.936 contempla un amplio catálogo de materias reservadas al Poder Nacional, producto de la centralización progresiva ocurrida durante el régimen de Juan Vicente Gomez.  Posteriormente, la Constitución de 1.945 consolida definitivamente el modelo de Estado centralizado en Venezuela, al decretarse la nacionalización de la justicia. Con el texto constitucional de 1.953 nos convertimos en República de Venezuela, siendo eliminado el vestigio federal de “Estados Unidos de Venezuela”.
Sobre la centralización y descentralización en las Constituciones del 61 y del 99, nos aproximaremos la semana que viene.



sábado, 5 de octubre de 2013

DOS IDEAS


El siglo XIX significó para Venezuela el inicio de un intenso debate político y jurídico, que incluso nos acompaña hoy en día: federación versus centralismo.

Asimismo, conviene decir que el inicio de esta diatriba tiene dos grandes causas. La primera de ellas, obedece a la propia organización administrativa que caracterizaba a la Venezuela colonial: la provincia y el cabildo fueron instituciones en constante pugna durante la colonia, cuyas diferencias se acentuaron en el siglo XVIII. La provincia, por un lado, era la representante de los de derechos de la corona española en  territorio americano;  el cabildo, por su parte, fue la instancia en la que los blancos criollos defendieron sus interese políticos, sociales y económicos en aquella época.

 La segunda causa que favoreció la discusión entre un modelo de Estado federal o central, reside, justamente, en el surgimiento del federalismo como doctrina política y forma de Estado, el cual sirvió de referente para resaltar sus virtudes, debilidades, y conveniencia para nuestro país.

Durante el siglo XIX, fueron federales los textos constitucionales de 1.811, 1.864, 1.874, y el de 1.893. Por su parte, centralistas podrían catalogarse  las Constituciones de 1.819, 1.821, 1.857, 1.881. Asimismo, a las Constituciones de 1.830 y 1.858, se les atribuye el carácter de centro-federal, por conservar una organización del Estado Unitario, pero con reconocimiento de las autonomías provinciales.

Uno y otro modelo de organización del Estado,  tuvieron fervorosos adeptos. Defensores del centralismo fueron Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Juan Vicente Gonzalez, Carlos León, Alejandro Urbaneja. Exponentes de la causa federal fueron Cecilio Acosta, Juan Germán Roscio, Ezequiel Zamora, Julián Viso.

Aun cuando en el siglo XIX Venezuela obtuvo su independencia, es importante recordar que también fue una época de guerras montoneras, caudillismo, golpes de Estado, de profunda inestabilidad económica, y ante esa circunstancia, la adopción de un modelo federal  o central, no significó por sí mismo la solución a las dificultades que atravesaba Venezuela en aquél momento. Por el contrario, la demagogia y el populismo se escudaban en las banderas de uno u otro modelo para acceder al poder político. 

Ambos modelos tenían sus virtudes plasmados en sus Constituciones, pero no tuvieron vigencia efectiva. El siglo XIX venezolano orbitaba sobre dos grandes ideas, enarboladas por muchos caudillos, y lo único vigente era la letra muerta de nuestras Constituciones.

¿Qué sucedía, entonces? ¿Qué se escondía detrás de la debilidad de nuestros textos constitucionales?

Las respuestas son múltiples. Sin embargo, un factor  que puede ayudar a contestar la interrogante planteada, pasa por precisar que ni el centralismo ni el federalismo abogaban por reivindicaciones sociales importantes; era un debate apasionante entre los intelectuales, y la excusa del caudillo para alzarse en armas. 

Lo anterior, sumado a una población mayoritariamente analfabeta,  y a un Estado sin tradición institucional, evidentemente hizo de las Constituciones del siglo XIX letra muerta, con independencia del modelo que se hubiese pretendido implantar.



FEDERACIÓN DESCENTRALIZADA. LA COLONIA




El artículo 4 constitucional, establece que Venezuela es un “Estado federal descentralizado en los términos consagrados en esta Constitución”. Mucho ha sido debatido sobre la contradicción o redundancia de lo “federal descentralizado”. Sin embargo, dicho artículo tiene su porqué; sus causas históricas, jurídicas, políticas; reivindicaciones todavía no realizadas.

Por ello, los próximos artículos estarán dedicados a hacer una aproximación de la evolución de la descentralización en nuestro ordenamiento jurídico. ¿Por qué hablar de la descentralización, hoy? Precisamente, frente a un gobierno evidentemente centralista, ante la  precaria la situación de los Estados y municipios en términos de autonomía, y dada la proximidad de las elecciones municipales del 8-D, aportes como los que se pretenden, siempre redundan en contribuciones positivas, y evitan por el contrario, ser cómplices (necesarios) de la histeria política que vivimos actualmente.

Frente a lo anteriormente expuesto, el origen de las primeras formas de organización descentralizada en Venezuela, las encontramos en la Provincia y en el Cabildo de la colonia, a través de las cuales giraba gran parte de la vida política, económica, administrativa, militar y de gobierno de la Venezuela colonial.

Respecto a las Provincias, estas representaban la estructura organizativa a través de la cual España mantenía unificada sus dominios en Hispanoamérica. A ellas les correspondía los asuntos propios de cada territorio, y se encontraba a cargo de  un Gobernador, quien ejercía funciones militares, administrativas y de gobierno. Era designado a través de la Real Audiencia para proteger los dominios de España.

Con respecto al Cabildo, esta era la estructura originaria de la Venezuela colonial. Una vez conformada la Provincia, esta se dividía en ciudades, cuyos asuntos diarios eran discutidos en El Cabildo, en cuyo seno se debatían las cuestiones económicas y políticas la vida colonial venezolana.

En el caso de Venezuela, el Cabildo se erigió como instancia fundamental en el orden social de aquellos tiempos, motivado a dos grandes causas. La primera de ellas, es que Venezuela no revestía especial importancia en aspectos políticos y económicos para la Monarquía española, como sí la tenían, por ejemplo, México, Perú, Santo Domingo, Argentina. Dicha situación favoreció al ascenso de los blancos criollos, quienes no sólo eran los representantes de los cabildos, sino que también ejercían el poder económico.

La segunda gran causa de la importancia del Cabildo en la colonia, se deriva como consecuencia de lo sostenido en el párrafo anterior. Y es que frente a la displicencia de la corona española por los asuntos de la Provincia de Venezuela, los blancos  criollos adquirieron un rol fundamental en los asuntos económicos y políticos de la época, interés que defendieron vehementemente.

No nos extrañe, entonces, por qué fue Venezuela la cuna de la independencia hispanoamericana: Con una instancia política de participación e influencia -como era el cabildo-, y sumado a un dominio económico ejercido sin mayores cuestionamientos por parte de la Monarquía, simplemente era cuestión de tiempo para que las ideas de la revolución francesa calaran en los criollos venezolanos. El resto es historia…

domingo, 15 de septiembre de 2013

VENEZUELA Y LA PARÁBOLA DEL SAPO EN LA SARTÉN


Dice la parábola que un día el sapo estaba en una sartén a fuego bajo, realmente muy bajo, y era casi imposible darse cuenta que  debajo del teflón de esa sartén lo estaban cocinando. Poco a poco fue aumentando la temperatura: se cocinó. Quizá confió en que cuando la temperatura subiera, el se hubiese dado cuenta, y en ese momento habría hecho algo. Pero no pudo, y terminó cocinado. Se quedó pensando en el hipotético “que hubiese sucedido si…”

 Probablemente ese sea el relato que ejemplifique con mayor precisión la situación del país actualmente. Nos acostumbramos a tantas arbitrariedades, abusos, desmanes, atropellos, burlas, insultos, histeria, fraudes, resentimientos, que hoy nos parece normal; lo asumimos como parte de nuestra cultura, e incluso hasta inferimos que estos son eventos que suceden con regularidad y sensatez en cualquier otra parte del mundo. Pensamos que algo peor puede suceder, y en esa “espera”, hemos perdido la capacidad de asombro.
Asumimos como algo usual que se vaya la luz en 18 Estados; que fallezcan veinte mil personas al año por causa de la delincuencia; que seamos uno de los países más corruptos del mundo; a no tener instituciones independientes; nos acostumbramos a los “chavez”, “maduros”, “cabellos”, “antoninis”. Nos acostumbramos, y como el sapo en la sartén, pensábamos que cuando eso sucediera nos daríamos cuenta, y en ese momento reaccionaríamos como el bravo pueblo de libertadores y caciques aguerridos… y hoy también nos preguntamos el hipotético “que hubiese sucedido si…”

La parábola del sapo en la sartén nos ofrece un mensaje aleccionador en la Venezuela actual: es el grave error del ciudadano que se acostumbra a la ineptitud, la corrupción, la demagogia, el personalismo, la dádiva; del ciudadano que no protesta, que no se queja. Ese ciudadano que cuando quiso reaccionar, ya era muy tarde porque tenía un Estado profundamente enquistado en muchos de sus vicios y profundamente represivo.

Esa parábola también nos ofrece la posibilidad de analizarnos en perspectiva histórica, y hurgar en esos errores que nos han llevado a este atolladero;  entender que la despersonalización del poder político, apostar definitivamente por la descentralización, creer fervorosamente en la institucionalidad e independencia de los poderes públicos, son los próximos pasos que debemos tomar para que Venezuela no vuelva a esto que somos actualmente.

Afortunadamente, sí creo que esto está cambiando. Yo creo en mi generación y en esos  jóvenes que están formándose, asumiendo roles en comunidades, creyendo y manteniendo la fe.

Acostumbrados a lo abrupto y a lo repentino, probablemente no entendamos que los grandes cambios suceden con sigilo y paulatinamente.

La parábola del sapo en la sartén: una oportunidad para pensarnos como venezolanos.

sábado, 31 de agosto de 2013

UN MENSAJE PARA DOS GENERACIONES.


El drama institucional que padece el país no sólo se nos presenta actualmente a través de la corrupción descarada, la ausencia de poderes públicos independientes, y el saqueo del erario público. Hay una consecuencia mucho más grave, y es que el desmembramiento institucional en Venezuela se ha convertido en un tema generacional, y hoy por hoy, la mayoría de los venezolanos pertenecemos a dos grandes grupos generacionales unidos por ese mal histórico común. Sin embargo, y frente a esa circunstancia, el rol histórico de estas dos generaciones se encuentra profundamente diferenciado.

Ese primer gran grupo de venezolanos está representado por aquellos hombres y mujeres que  hoy en día son profesionales entre 35 y 50 años, y que a pesar de haber nacidos en el auge de una Venezuela en pleno desarrollo económico, no tuvieron (y no han tenido) la oportunidad de ser beneficiarios directos de esa Venezuela próspera; por el contrario, el inicio de su vida productiva y de su conciencia política –hacia los años 90’-,  coincide con un país en franco declive institucional. Hoy,  esa generación es la que está asumiendo el liderazgo político del país, y a la que le corresponde dar los primeros grandes pasos  para la reinstitucionalización de Venezuela.

Detrás de ese grupo generacional, venimos nosotros, quienes tenemos entre 20 y 35,sin noción histórica  alguna de la Venezuela institucional,  y que además, nos insertamos en un momento histórico en el que la demagogia y la división social alcanzan su personificación en el ex presidente que tuvimos, y los ministros que todavía tenemos. Sin embargo, nuestro rol de cara al futuro de Venezuela, será la de afianzar y profundizar definitivamente en nuestro país, el valor de unas instituciones sólidas e independientes.
Somos una generación de virtuosos, de eso no hay duda. Tenemos motivos de sobra para asumirnos como el futuro hecho realidad en Venezuela. Presenciar el surgimiento de jóvenes que hoy aspiran a cargos de concejales y alcaldes, es la expresión de un futuro mediato que le depara a nuestro país. Estoy convencido de ello. Sin embargo, reitero, como generación creo que deberíamos entender que nuestro rol protagónico no es ahora, sino dentro de 15 o 20 años.

Nuestro gran rol, ahora, es comenzar desde abajo, en las comunidades; conocer al país en términos políticos, sociales, económicos; recorrerlo a pie; asumir una actitud propositiva frente a tantas carencias; incluirnos en lo público y lo político como demostración del país institucionalizado al cual aspiramos obstinadamente. Pero sobre todo, estoy convencido que nos toca asumir una labor formativa dirigida a crear una conciencia social crítica, capaz de distinguir y de repudiar al demagogo y al populista.

sábado, 24 de agosto de 2013

EL CINISMO DE ELEAZAR DIAZ RANGEL

En artículo del pasado 18 de agosto, Eleazar Diaz Rangel, Director del periódico Ultimas Noticias, dijo lo siguiente: "No es exagerado afirmar que ningún Presidente venezolano ha mostrado mayor disposición por combatir la corrupción que Nicolás Maduro...convocó al Consejo de Estado, que nunca antes se había reunido, para llevarle el problema y solicitar su cooperación, la de la Asamblea Nacional, de otras instituciones del Estado y del país todo. Cooperación que está pidiendo a toda la sociedad, al pueblo, aunque deben ofrecerse los mecanismos y garantías de confidencialidad para formular denuncias de eventuales casos de corrupción".

¿El “Presidente” que más disposición ha mostrado en la lucha para combatir la corrupción? Resulta, no exagerado, sino simplemente un absurdo hacer una afirmación. Por eso titulé este artículo “El cinismo de Eleazar Diaz Rangel.

¿Dónde quedaron las afirmaciones del Walid Makled sobre la red de narcotráfico en la que estaban involucrados altos funcionarios? ¿El caso Antonini? ¿Las denuncias de corrupción en contra del Presidente de la Asamblea Nacional y su hermano?   ¿el caso de PDVAL y los contenedores con comida podrida? ¿Nos acordamos de los Fundos Zamoranos cuando el ministro de agricultura era Elias Jaua? ¿Y los millones (o millonas, de acuerdo a la jerga oficial)  de dólares que han desaparecido de CADIVI a través de empresas de maletín? ¿Nos acordamos de la banda “los enanos”? ¿Y quien ha rendido cuentas en PDVSA? ¿DÓNDE ESTÁN LAS AVERIGUACIONES POR EL VIDEO DE MARIO SILVA?

Resulta que también es de cínicos asumir que la lucha contra la corrupción es una intención sincera y noble, cuando se tiene a todos los Poderes Públicos sumisos a  la voluntad del Ejecutivo Nacional. ¿Dónde se encuentra la imparcialidad de la Contraloría General? ¿Quién se atrevería a defender la pulcritud de las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia?

Señor Rangel: El desmembramiento institucional tiene responsables directos en la estructura organizativa del Estado, y muy pero muy en particular, en los ministros que hoy forman parte del actual gobierno,  quienes hoy encarnan la personificación del abuso de poder y la malversación de fondos públicos. Entiéndalo, detrás de la estafa del fondo chino, las numerosas denuncias de irregularidades en el SENIAT, todas las empresas de maletín que existen en CADIVI, detrás de todo eso, hay ministros, diputados y militares que hoy desvergonzadamente dicen estar comprometidos en la lucha contra la corrupción. Que ellos luchen contra la corrupción,  es como nombrar la soga en la casa del ahorcado. 


Es por esto, que su artículo es un acto burdo de cinismo hacia sus lectores.

sábado, 10 de agosto de 2013

CENTRALIZACIÓN Y PODER POLÍTICO

Las nociones de federalismo y descentralización han sido conceptos que han orbitado constantemente en el pensamiento político venezolano, y la verdad,  nunca hemos tenido un Estado Federal, ni hemos tenido una descentralización que tendiera realmente al fortalecimiento de los Estados y Municipios. Por el contrario, el poder político se ha concentrado en el Ejecutivo Nacional, con un gran abanico de competencias, frente a la progresiva disminución de las competencias de los Estados y Municipios.

De hecho, la primera mitad del siglo xx estuvo marcado por un profundo centralismo, el cual se consolida durante la dictadura de Juan Vicente Gómez (1.908/1.935). Durante ese período, se produce una centralización en el Poder Público Nacional de materias como la seguridad y defensa, administración de justicia, hacienda pública  y económica. Posterior a la muerte de Gómez (1.935) y hasta 1.958, etapa que transcurre entre amagos de democracia e insurrecciones militares, Venezuela siguió conservando su tradición centralista.

 La segunda mitad del siglo xx, que significa para nuestro país el surgimiento del período democrático más largo que hemos tenido, no dejó de estar caracterizado por la centralización del poder político. De hecho, la Constitución 1.961 consagraba que  Venezuela era un “Estado federal en los términos consagrados en esta Constitución”. Esto significaba que Venezuela tenía un andamiaje institucional con rasgos de un Estado propiamente federal, pero con un Poder Público Nacional omnipotente en cuanto a las competencias que tenía atribuidas respecto a los Estados y Municipios.
Posteriormente, y tras un periodo de 30 años, la democracia venezolana  aún conservaba estructuras institucionales profundamente centralizadas, motivo por el cual comenzó a resquebrajarse a través de conflictos sociales y desmoronamiento institucional. Y fue hacia finales de los 90, cuando surgen las primeras reformas descentralizadoras en Venezuela, caracterizadas principalmente por la elección de Alcaldes y Gobernadores, y la descentralización de  competencias del Poder Público Nacional, hacia las instancias regionales y locales. Dicho proceso fue insuficiente.

La Constitución de 1.999, y en términos similares a la del 61', conserva una estructura centralizada del poder político, caracterizado por un Poder Nacional fuerte y con amplias competencias, frente a un poder regional con competencias formales y un poder local con instancias paralelas de gobierno violatorias de su autonomía.

Y hoy, 14 años después de la vigencia de la Constitución de 1.999, Venezuela sigue presentando un estructura institucional profundamente centralizada, agravada con el surgimiento de las llamadas Leyes del Poder Popular, que lejos de repercutir en el fortalecimiento de instancias de gobierno autónomas, más bien supeditan y condicionan  la participación de los ciudadanos a la voluntad del Poder Ejecutivo.

En esta época de cambios que vivimos actualmente, el fomento de la descentralización y el fortalecimiento de las instancias locales y regionales,   se nos presenta como una labor obligatoria de cara al futuro. En la medida que existan estructuras de poder mucho más plurales y descentralizadas, en ese mismo sentido, estaremos evitando el surgimiento del caudillismo y la demagogia.

sábado, 3 de agosto de 2013

RICHARD MARDO, INMUNIDAD Y VALORES CONSTITUCIONALES

La manera de cómo la Asamblea Nacional allanó la inmunidad parlamentaria del diputado Richard Mardo tiene graves consecuencias constitucionales para el país, sobre lo cual es imposible no dejar una postura firme.

El caso del diputado Richard Mardo no atiende únicamente al debate  sobre la cantidad de votos que requiere el órgano legislativo nacional para separarlo de cargo. Creo que hay un aspecto de fondo mucho más importante, y es el concerniente a los valores que consagrados en nuestra Constitución.

Imagen tomada de http://www.panorama.com.ve
Así las cosas, comienzo por acotar que la Asamblea Nacional significa para el ciudadano, esa instancia constitucional que se erige como el centro del debate político del país. De su seno, nada más y nada menos,  emana los actos normativos que regularán los diversos aspectos de la cotidianidad del venezolano. De tal manera, y en atención a la importancia de los debates que surgen en ese órgano del Poder Público, sus miembros -quienes son electos por mandato popular-, deben tener las suficientes garantías para que sus opiniones respondan a la voluntad de sus electores, pero también a su conciencia. Nada más.

El párrafo anterior encuentra su fundamento en el análisis concatenado de los artículos 7, 2, 6, 199 y 201 constitucionales, que a grandes rasgos establecen: a) Nuestra Constitución “es la norma suprema” de nuestro ordenamiento jurídico (art. 7); b) dentro de los “valores superiores” que propugna nuestra Constitución, se encuentra el “pluralismo político” (art. 2 y 6); y c) los diputados de la Asamblea Nacional son electos por voto popular, y como representantes del pluralismo político del país ante la Asamblea Nacional, son responsables únicamente ante sus electores y a su conciencia (art. 186, 199, 200 y 201).

Por lo sostenido precedentemente, es que actualmente cobra la importancia la figura de la inmunidad parlamentaria, pues esta se presenta como garante del pluralismo político que ejerce el diputado en el hemiciclo legislativo; su naturaleza tiende a proteger al parlamentario de cualquier arbitrariedad que pretenda disminuir su investidura en razón de sus opiniones políticas. De allí que se establezca en el artículo 199 constitucional “Los diputados a la Asamblea Nacional no son responsables por votos y opiniones  emitidos en el ejercicio  de sus funciones”.

De acuerdo a lo anteriormente sostenido, y dada la importancia que reviste la inmunidad parlamentaria como garante del pluralismo político en el seno de la Asamblea Nacional, es fácil advertir que cualquier procedimiento que pretenda allanar la inmunidad parlamentaria de un diputado, debe ir más allá de la simple suma de los diputados que estén a favor en allanarla. Todo lo contrario: Debe existir un acuerdo convincente entre los diputados para privar a determinado diputado  de dicha inmunidad, reitero, motivado a la importancia que representa la inmunidad parlamentaria en nuestro ordenamiento constitucional y su estrecha vinculación con nuestros valores constitucionales. En atención a lo anterior, lo razonable es que la inmunidad parlamentaria debe ser allanada con el voto de las dos terceras partes de los diputados presentes, como establece el artículo 187 numeral 20 constitucional.

Mi postura es clara: Yo abogo por Richard Mardo, no por lo que significa para una tendencia política, sino por los valores que encarna su investidura de acuerdo a nuestro ordenamiento jurídico constitucional y para la democracia.


domingo, 14 de julio de 2013

MUCHAS PREGUNTAS Y POCAS RESPUESTAS

Sobre nosotros como oposición.

¿Son ideas mías, o como oposición nos sentimos desmovilizados? ¿Hacia dónde vamos ahora? ¿Por qué nos desmovilizamos si somos mayoría y este gobierno es ilegítimo? ¿Cuál es nuestra meta en términos políticos? ¿Las parlamentarias del 2.015? ¿El revocatorio del 2.016? ¿Las presidenciales del 2.019? ¿Qué pasa que no capitalizamos el descontento que hay actualmente? ¿Qué somos como oposición?

Sobre la cuestión nacional

¿Y nuestro discurso sobre lo nacional? Mejor dicho ¿Qué proponemos? ¿Cómo lo solucionamos? ¿Qué sugerimos? Si hay tantas carencias, ¿Dónde están donde nuestras propuestas? ¿Dónde está ese discurso que nos aglomere al unísono? Inflación, corrupción, inseguridad, desabastecimiento, alto costo de la vida: Hay mucho material para organizar a la sociedad en torno a un discurso político esperanzador sobre la base de temas sensibles y cotidianos. Creo que hace falta, no que seamos oposición, sino que nos asumamos como proposición. ¿Cómo  conciliar un discurso que ataque fuertemente la ilegitimidad que representa Nicolás Maduro, acompañado con la propuesta de solucionar carencias específicas de la ciudadanía? ¿Dónde queda la protesta pacífica, la calle, la lucha por reivindicaciones sociales? ¿Acaso no son herramientas válidas de lucha?

Sobre las elecciones municipales

En esta lucha que ahora libramos de cara al 8D ¿Dónde queda la exigibilidad de condiciones electorales? ¿Cuántas alcaldías pretendemos ganar realmente con este CNE? ¿Por qué  la protesta pacífica y las elecciones municipales parecieran ser ideas opuestas, cuando perfectamente pudieran complementarse? ¿No crees que no exigir condiciones justas también pueda generar un efecto negativo en el electorado? ¿Y si hay fraude nuevamente?

Si las próximas elecciones están planteadas como un plebiscito en torno a tu figura, ¿qué sucedería si tu influencia sobre el resto de los candidatos no resulta ser la que esperabas?  ¿Qué pasará si el liderazgo que representa tu persona no puede ser endosado tan fácilmente? Chávez trato de ser el portaaviones de Diosdado, y perdió, y también salió derrotado por Antonio Ledezma en la Alcaldía Metropolitana.
Sí, es cierto, todos somos responsables en esta lucha, pero indudablemente unos más que otros. No fuiste el único que dejó el pellejo el 14 de abril.

Son muchas preguntas y pocas respuestas…

sábado, 6 de julio de 2013

AGENTES DE CAMBIOS O TONTOS UTILES


La protesta pacífica y el uso de la no violencia siempre han sido instrumentos cuestionados en la lucha contra regímenes autoritarios. Su empleo depende, en mayor o menor medida, de su efectividad en determinadas circunstancias. Pero en ningún momento son instrumentos rechazados de plano.

En Venezuela sucede todo lo contrario. La articulación de la protesta y  el empleo de la no violencia para alcanzar objetivos políticos, es sinónimo de agrio y visceral repudio, como si fueran acciones condenadas al fracaso; como si en el mundo no existieran experiencias positivas que demostraran lo contrario.

Venezuela acaba de transitar por unas elecciones presidenciales marcadas por la ilegitimidad, y ante esas circunstancias, se convocan para el 8 de diciembre a unas elecciones municipales sobre las mismas condiciones que permitieron que Nicolás Maduro llegara a Miraflores. Sin embargo, el debate no debe conducirnos a la disyuntiva de si asistir o no a las próximas elecciones municipales, porque la decisión es contundente y obvia: hay que votar, y lo haremos masivamente.

El planteamiento es sencillo: para el que el voto masivo del 8 de diciembre sea fiel expresión de la voluntad ciudadana, es necesario exigirle al CNE condiciones electorales justas. Y es a través de la protesta cívica y pacífica, la presión social, la organización ciudadana, las herramientas que nos permitirán asumir el 8 de diciembre con más optimismo.

La democracia no es el ejercicio religioso y dogmático del sufragio, como si éste fuese la única vía de alcanzar reivindicaciones sociales y políticas. La democracia también es organización social, protesta de calle, empoderamiento ciudadano. No podemos seguir siendo una oposición borrega que sólo se moviliza en los momentos electorales; también nos corresponde defender  este país, y hacer valer nuestras exigencias en la calle.

¿Qué sucede, me pregunto, cuando el voto se vuelve una herramienta inefectiva en la lucha por la democracia? Reitero, el planteamiento es sencillo: La efectividad de 8 de diciembre dependerá de la exigencia de condiciones electorales justas e imparciales. Si no contamos con la imparcialidad del CNE, ¿con cuales herramientas cuenta el ciudadano?
Los días posteriores al 14 de abril, no sólo significaron la consumación de un grosero y evidente fraude electoral, sino que también fue un periodo en el que lamentablemente fallecieron personas, botaron descaradamente a numerosos empleados públicos, estudiantes con la cara ensangrentada por el abuso militar,  decenas de heridos. Y ahora, ¿A ellos se les dice que las verdaderas elecciones nacionales son el próximo 8 de diciembre? ¿Sin protesta? ¿Sin exigir condiciones justas? En estas circunstancias, realmente cuesta asumir las próximas elecciones como “nacionales”.

Yo felicito a quienes hoy son candidatos a alcaldes y concejales para el 8 diciembre. Ojalá ellos encarnen el cambio definitivo que busca Venezuela. Pero ojalá que no se conviertan en los tontos útiles que el gobierno necesita para legitimarse ante el país y el mundo.

Todo depende de lo que hagamos antes del 8D.

martes, 30 de abril de 2013

Sobre los sucesos del 24 de enero de 1848, llamado también "el fusilamiento del Congreso" Ramón Guillermo Aveledo (2.005), dice: " [a partir del 24.1.1848] se inicia en Venezuela un período sangriento y empobrecedor de guerras civiles que sólo concluirán en 1903". 

Creo que no tenemos idea de la gravedad de los sucesos ocurridos en la Asamblea Nacional el 30.4.2.013 (o al menos yo me estoy dando cuenta es en este momento, cuando me dedico a leer y conocer un poco más sobre mi país): Al igual que en 1848, esa ha sido la constante de nuestra historia política: el triunfo de miseria y la violencia, sobre la racionalidad y el civismo. Nuestas instituciones siempre pisoteadas por el miserable que emplea la violencia. Por el caudillo "arrecho".

Obviamente, las causas del fusilamiento del Congreso en 1848 fueron muy distintas a lo acontecido en la Asamblea hace pocas horas. Sin embargo, lo que resalto -a modo de similitud-, es el empeño de que nuestra historia está marcada por hechos como este. Somos la historia de cómo el caudillismo y "el más bravo", siempre está por encima del diálogo y el respeto a la ley. Nuestros 40 años de democracia son un parpadeo frente a los 160 años de violencia que han caracterizado a nuestro siglo xix y xx.

Somos la eterna paradoja del sapo en la sartén: estamos en la constante creencia que se puede estar peor....y mientras tanto, suceden y suceden cosas peores. 

Ojalá podamos tomar las riendas de este país, pero pronto. Sería vergonsozo tener que verle la cara a nuestras próxima generaciones, y auparlos a que luchen por una batalla que debimos librar nosotros en su momento; esa batalla que estamos librando hoy.

domingo, 24 de marzo de 2013

NUESTRA HISTÓRICA DEBILIDAD INSTITUCIONAL




Venezuela tiene la deuda pendiente de construir instituciones. No nos han faltado gobernantes que han querido representar lo nuevo, el verdadero cambio, la desvinculación con el pasado, en fin, el inicio de un nuevo proceso. Y en esa justificación por lo nuevo y lo revolucionario, el mismo gobernante ha buscado, ya sea destruir la obra creada anteriormente, o estar por encima de lo ya establecido. 


 De manera que, es necesario buscar las causas de nuestro desapego por lo institucional, justamente para proyectar posibles soluciones de cara al futuro; se trata de conocer nuestra historia para no tropezar dos veces con la misma piedra.


En este sentido, para tener al menos una idea (genérica) del porqué de nuestra debilidad institucional, es útil remontarnos al siglo xix. Precisamente, es necesario aclarar que las consecuencias políticas generadas de nuestro proceso independentista, van más allá de la obtención la independencia en 1821. Como bien apunta  Ana Teresa Romero (2009), “La realidad es que fue una guerra como lo son todas, cruel, violenta, irracional, en la que el peligro no era solamente del enemigo sino del caos. A lo que habría que añadir que hasta 1820 fue una guerra de exterminio” (p. 26). Obtuvimos la independencia, sí,  pero también heredamos a una Venezuela devastada.


En aquellas circunstancias,  ante la ausencia de contrapeso institucional, y aunado a la situación general de pobreza existente, comienza a concebirse la guerra y el caudillismo como única  forma para acceder al poder político.


Así terminó de transcurrir el xix: entre revoluciones, alzamientos, y caudillismo. Y a pesar que durante ese siglo también fueron promulgados diversos textos constitucionales, simplemente fueron un traje a la medida  que sirvieron de instrumentos para justificar la arbitrariedad del caudillo.


En el siglo xx, la institucionalidad siguió siendo nuestra asignatura pendiente, al menos durante la primera mitad de siglo. Sin embargo, el inicio del proceso democratizador (1958-1998),  también significó, entre otras cosas, el inicio de una etapa por despersonalizar el poder político y fortalecer las instituciones democráticas.  Se logró -aunque brevemente-, y durante ese periodo, Venezuela logró importantes avances en  términos políticos, económicos, sociales. Sin embargo,  hacia finales del siglo xx, las mismas instituciones que sirvieron de motor para el desarrollo, por diversas razones, fueron desmoronándose y nuevamente caímos en una etapa de inestabilidad social, política y económica.ç


 Hoy, cuando Venezuela atraviesa una profunda crisis institucional, la gran apuesta debe radicar en  el fortalecimiento de sus instituciones; no sólo para despersonalizar el ejercicio del poder político, sino también para crear condiciones de desarrollo de forma equitativa. 


Durante el período que Venezuela tuvo instituciones sólidas y confiables, por más breve que haya sido, los signos de desarrollo y progreso fueron más evidentes respecto a esos largo periodos en el cual nuestras instituciones sirvieron a intereses personales del gobernante.


O seguimos aferrados a la nostalgia y la emoción que genera el discurso del caudillo carismático,  o apostamos a una nueva forma de hacer política basado en el respeto de las instituciones. En ambos casos,  Venezuela tiene experiencia.

INSTITUCIONES=DESARROLLO


Unos de los grandes retos que afrontará Venezuela en los próximos años, será el fortalecimiento de sus instituciones democráticas. Por una razón muy simple: cuando tenemos instituciones democráticas sólidas e independientes, eso se traduce en progreso y bienestar para sus ciudadanos. O dicho de otro modo: no hay desarrollo sin instituciones democráticas fuertes.

 Según el Observatorio Venezolano de la Violencia, para el año 2012, fallecieron en Venezuela 21.692 personas. Igualmente, según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), desde el año 2.002 hasta el 2.013, ha existido una disminución progresiva de empleadores en el sector privado. Y de acuerdo con Transparencia Internacional, Venezuela es el país con el índice de corrupción más elevado en América Latina.

Las cifras mencionadas, reflejan la situación de nuestro país en distintos ámbitos: un país con altos índices de criminalidad, con una disminución progresiva del sector privado para generar empleo, sumado además, a una Administración Pública corrupta.

Asimismo, los datos citados no sólo indican la situación de nuestro país en aspectos  sensibles a la calidad de vida y bienestar del ciudadano (que por sí mismos ya son preocupantes), sino que también demuestran que detrás de esos problemas, también existe una debilidad institucional como causa y consecuencia de los mismos. Es decir, tenemos altas cifras de criminalidad, entre otras causas, por el alto porcentaje de impunidad existente; los altos índices de corrupción evidencia la incapacidad de la Contraloría General para sancionar al funcionario corrupto; y la disminución progresiva de nuestro sector privado, viene acompañado de instituciones  que no fomentan el emprendimiento y condiciones económicas de favorables para el ciudadano.

¿Qué sucede, entonces, cuando la democracia y sus instituciones dejan de velar por uno de sus fines esenciales, como es el de procurar bienestar para sus ciudadanos? ¿Qué pasa cuando el ciudadano comienza a percibir las instituciones democráticas como parte de una dinámica miope y excluyente de sus necesidades? Cuando eso sucede, comienza a generarse en el ciudadano un sentimiento de insatisfacción por las necesidades no cubiertas, y con ello, cuestionamientos y pérdida de confianza hacia la propia democracia, caldo de cultivo para la demagogia y el populismo.

Justamente, entre los años 60 y 80, ese breve período histórico durante el cual Venezuela experimentó importantes avances en materia de desarrollo social y económico, estuvo acompañado de instituciones sólidas e independientes que cumplían cabalmente su rol. Y cuando esas mismas instituciones comenzaron a fallar,-hacia los 80 y hasta nuestros días-, la democracia también comenzó a fallar, lo que  produjo un desmejoramiento progresivo de la calidad de vida del ciudadano, ocasionando numerosas y profundas crisis (políticas, económicas, sociales).

El fortalecimiento de nuestras instituciones se nos presenta como un tema transversal, y  las dificultades que hoy atravesamos en términos sociales y económicos, están asociadas directamente a la debilidad de nuestras instituciones públicas.

Desde el punto de vista institucional, Venezuela está en su nivel más bajo. Y para avanzar juntos como país y sociedad, es necesario promover el fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas.