sábado, 5 de octubre de 2013

DOS IDEAS


El siglo XIX significó para Venezuela el inicio de un intenso debate político y jurídico, que incluso nos acompaña hoy en día: federación versus centralismo.

Asimismo, conviene decir que el inicio de esta diatriba tiene dos grandes causas. La primera de ellas, obedece a la propia organización administrativa que caracterizaba a la Venezuela colonial: la provincia y el cabildo fueron instituciones en constante pugna durante la colonia, cuyas diferencias se acentuaron en el siglo XVIII. La provincia, por un lado, era la representante de los de derechos de la corona española en  territorio americano;  el cabildo, por su parte, fue la instancia en la que los blancos criollos defendieron sus interese políticos, sociales y económicos en aquella época.

 La segunda causa que favoreció la discusión entre un modelo de Estado federal o central, reside, justamente, en el surgimiento del federalismo como doctrina política y forma de Estado, el cual sirvió de referente para resaltar sus virtudes, debilidades, y conveniencia para nuestro país.

Durante el siglo XIX, fueron federales los textos constitucionales de 1.811, 1.864, 1.874, y el de 1.893. Por su parte, centralistas podrían catalogarse  las Constituciones de 1.819, 1.821, 1.857, 1.881. Asimismo, a las Constituciones de 1.830 y 1.858, se les atribuye el carácter de centro-federal, por conservar una organización del Estado Unitario, pero con reconocimiento de las autonomías provinciales.

Uno y otro modelo de organización del Estado,  tuvieron fervorosos adeptos. Defensores del centralismo fueron Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Juan Vicente Gonzalez, Carlos León, Alejandro Urbaneja. Exponentes de la causa federal fueron Cecilio Acosta, Juan Germán Roscio, Ezequiel Zamora, Julián Viso.

Aun cuando en el siglo XIX Venezuela obtuvo su independencia, es importante recordar que también fue una época de guerras montoneras, caudillismo, golpes de Estado, de profunda inestabilidad económica, y ante esa circunstancia, la adopción de un modelo federal  o central, no significó por sí mismo la solución a las dificultades que atravesaba Venezuela en aquél momento. Por el contrario, la demagogia y el populismo se escudaban en las banderas de uno u otro modelo para acceder al poder político. 

Ambos modelos tenían sus virtudes plasmados en sus Constituciones, pero no tuvieron vigencia efectiva. El siglo XIX venezolano orbitaba sobre dos grandes ideas, enarboladas por muchos caudillos, y lo único vigente era la letra muerta de nuestras Constituciones.

¿Qué sucedía, entonces? ¿Qué se escondía detrás de la debilidad de nuestros textos constitucionales?

Las respuestas son múltiples. Sin embargo, un factor  que puede ayudar a contestar la interrogante planteada, pasa por precisar que ni el centralismo ni el federalismo abogaban por reivindicaciones sociales importantes; era un debate apasionante entre los intelectuales, y la excusa del caudillo para alzarse en armas. 

Lo anterior, sumado a una población mayoritariamente analfabeta,  y a un Estado sin tradición institucional, evidentemente hizo de las Constituciones del siglo XIX letra muerta, con independencia del modelo que se hubiese pretendido implantar.



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