lunes, 14 de septiembre de 2015

MILITARES GAUCHOS Y CRIOLLOS



La debacle económica, el desabastecimiento, la inflación, el sistema cambiario, los escándalos de corrupción, el narcotráfico, las políticas de expropiaciones, el abandono del campo, la decadencia de la salud pública, el sistema eléctrico, violaciones de derechos humanos: Ahí están los militares, tan cómplices de lo que sucede en el país como cualquier otro civil revolucionario. Durante dieciséis años han estado al frente de la conducción económica, social y política de Venezuela. Han dirigido la economía, la salud, la seguridad ciudadana, el agro; han ejercido los cargos políticos más importantes.


Lo tuvieron todo. Hoy se presentan como un absoluto fracaso.


Al igual que los partidos políticos, los militares juegan un rol fundamental ante el proceso de cambio que atraviesa Venezuela, y al mismo tiempo, gozan de profundo descrédito. El ciudadano los asocia como parte del mismo sistema corrupto e ineficiente que produjo la ruina de nuestro país.


La desmilitarización de la política en Suramérica en las dos últimas décadas del siglo pasado, no sucedió drásticamente. En países como Argentina, Paraguay, Chile, Uruguay y Brasil las violaciones sistemáticas de derechos humanos no hallaron responsables (o al menos no fue la regla general). Entre exigir justicia por los crímenes cometidos, o, apostar por un sistema democrático que se desmilitarizara paulatinamente, en la mayoría de esos Estados se privilegió la segunda opción.

El caso argentino pudiera ser útil para Venezuela. Rouquié (2011) señala que para 1982 la dictadura argentina era sumamente impopular. Política y socialmente, instauraron un régimen de desapariciones forzadas de personas y control férreo de todos los órdenes institucionales; y económicamente, además, fueron los responsables de una economía con 300% de inflación, la caída del 10% del PIB entre los año 1980 y 1983, y una deuda externa de más de cuarenta mil millones de dólares.

En 1983 se celebraron elecciones presidenciales en Argentina, y para sorpresa de muchos, la dictadura pierde en las urnas, y gana un civil: Raul Alfonsín. El autor citado insinúa que la impopularidad de los militares argentinos permitió al gobierno de Alfonsín acelerar la democratización de la sociedad argentina. De hecho, durante su mandato fueron condenados algunos militares de aquella dictadura, se restituyeron libertades civiles, y la presencia del sector castrense en las instituciones públicas se redujo considerablemente a favor de los civiles argentinos.


Pienso que Venezuela podría transitar por una situación parecida. Frente a una crisis social, económica y política sin precedentes, cuya responsabilidad recae directamente sobre el sector castrense, acuerdos y pactos como los que sucedieron en Argentina pudieran suceder en Venezuela. Creo que la ineptitud y la corrupción de los militares criollos será recordada por mucho tiempo, y eso puede facilitar la democratización de nuestras instituciones, así como la salida de los militares en áreas que hoy reclaman conducción técnica y especializada de civiles.

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