domingo, 12 de julio de 2015

EN DEFENSA DEL BICAMERALISMO
Tradicionalmente, en la estructura organizativa del Estado Federal, el órgano legislativo es bicameral, es decir, integrado por dos cámaras. Ello es así, porque la  propia naturaleza del  Estado federal implica la participación de los Estados miembros en la formación de la voluntad federal, esto es, el conjunto de decisiones jurídicas y políticas que han de ser vinculantes a la totalidad del Estado.
Si analizamos sus ventajas y desventajas, la existencia de un órgano legislativo bicameral garantiza un mayor control del órgano legislativo hacia Poder Ejecutivo y sus ministros, incide  en una mayor participación de las entidades territoriales en la formación de leyes, y favorece a la creación de textos legislativos de mayor calidad. Ahora, la existencia de un parlamento bicameral tiene el riesgo de transformarse en una instancia burocrática y paquidérmica si no está en sintonía con la realidad del Estado y sus ciudadanos.
Fuente: www.wikipedia.org
La Constitución de 1961 consagraba un Congreso de bicameral integrado por la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores. Cuando sus integrantes estuvieron en sintonía con el desarrollo de nuestro país, el extinto Congreso de la República funcionó correctamente y en su seno ocurrieron fructíferos debates jurídicos y políticos, y ejemplo de ello fue la discusión entre Rómulo Betancourt y Rafael Caldera –ambos senadores vitalicios- sobre el artículo 5 de la Ley que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos de 1975. Y también sucedió lo contrario: Cuando no hubo consciencia de los problemas que enfrentaba Venezuela hacia la década de los 80 y 90 del siglo pasado, ese Congreso bicameral fue visto como una estructura politiquera e inoperante.
Bajo el argumento  de que el extinto Congreso de la República era paquidérmico y burocrático,  la Constitución de 1999 elimina el Senado, y a partir de entonces, nuestro órgano legislativo es unicameral. Desde su consagración constitucional y hasta nuestros días, la Asamblea Nacional no controla al Poder Ejecutivo, muchos de sus integrantes no representan a sus regiones, ha cedido reiteradamente su función legislativa, y actualmente es el escenario de un sectarismo político jamás visto.
Frente a un Poder Ejecutivo Nacional que históricamente ha sido competente en un gran universo de materias, y aunado a la debilidad institucional que lleva a rastras nuestra historia política, soy partidario de un órgano legislativo de carácter bicameral por dos grandes razones: a) Es necesario instancias que ofrezcan mayores mecanismos de control al Poder Ejecutivo; y b) los Estados deben tener mayor participación en la formación textos legislativos, precisamente, para que sus realidades particulares sean tomadas en cuenta.
Actualmente, las circunstancias históricas no son propicias para plantear una reforma constitucional, sin embargo, soy firme creyente que en algún momento de nuestra historia será necesario reformar la Constitución vigente para  fortalecer nuestras instituciones y sentar las bases definitivas para la descentralización de competencias desde Poder Nacional hacia los Estados y Municipios.


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