El siglo XIX
significó para Venezuela el inicio de un intenso debate político y jurídico,
que incluso nos acompaña hoy en día: federación versus centralismo.
Asimismo, conviene
decir que el inicio de esta diatriba tiene dos grandes causas. La primera de
ellas, obedece a la propia organización administrativa que caracterizaba a la
Venezuela colonial: la provincia y el cabildo fueron instituciones en constante
pugna durante la colonia, cuyas diferencias se acentuaron en el siglo XVIII. La
provincia, por un lado, era la representante de los de derechos de la corona
española en territorio americano; el cabildo, por su parte, fue la instancia en
la que los blancos criollos defendieron sus interese políticos, sociales y
económicos en aquella época.
La segunda causa que favoreció la discusión
entre un modelo de Estado federal o central, reside, justamente, en el
surgimiento del federalismo como doctrina política y forma de Estado, el cual sirvió
de referente para resaltar sus virtudes, debilidades, y conveniencia para
nuestro país.
Durante el siglo XIX,
fueron federales los textos constitucionales de 1.811, 1.864, 1.874, y el de
1.893. Por su parte, centralistas podrían catalogarse las Constituciones de 1.819, 1.821, 1.857,
1.881. Asimismo, a las Constituciones de 1.830 y 1.858, se les atribuye el
carácter de centro-federal, por conservar una organización del Estado Unitario,
pero con reconocimiento de las autonomías provinciales.
Uno y otro modelo de
organización del Estado, tuvieron
fervorosos adeptos. Defensores del centralismo fueron Simón Bolívar, Francisco
de Miranda, Juan Vicente Gonzalez, Carlos León, Alejandro Urbaneja. Exponentes
de la causa federal fueron Cecilio Acosta, Juan Germán Roscio, Ezequiel Zamora,
Julián Viso.
Aun cuando en el
siglo XIX Venezuela obtuvo su independencia, es importante recordar que también
fue una época de guerras montoneras, caudillismo, golpes de Estado, de profunda
inestabilidad económica, y ante esa circunstancia, la adopción de un modelo
federal o central, no significó por sí
mismo la solución a las dificultades que atravesaba Venezuela en aquél momento.
Por el contrario, la demagogia y el populismo se escudaban en las banderas de
uno u otro modelo para acceder al poder político.
Ambos modelos tenían
sus virtudes plasmados en sus Constituciones, pero no tuvieron vigencia
efectiva. El siglo XIX venezolano orbitaba sobre dos grandes ideas, enarboladas
por muchos caudillos, y lo único vigente era la letra muerta de nuestras
Constituciones.
¿Qué sucedía,
entonces? ¿Qué se escondía detrás de la debilidad de nuestros textos
constitucionales?
Las respuestas son
múltiples. Sin embargo, un factor que
puede ayudar a contestar la interrogante planteada, pasa por precisar que ni el
centralismo ni el federalismo abogaban por reivindicaciones sociales
importantes; era un debate apasionante entre los intelectuales, y la excusa del
caudillo para alzarse en armas.
Lo anterior, sumado a una población
mayoritariamente analfabeta, y a un
Estado sin tradición institucional, evidentemente hizo de las Constituciones
del siglo XIX letra muerta, con independencia del modelo que se hubiese
pretendido implantar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario