Unos de los grandes
retos que afrontará Venezuela en los próximos años, será el fortalecimiento de
sus instituciones democráticas. Por una razón muy simple: cuando tenemos instituciones
democráticas sólidas e independientes, eso se traduce en progreso y bienestar
para sus ciudadanos. O dicho de otro modo: no hay desarrollo sin instituciones
democráticas fuertes.
Según el Observatorio Venezolano de
la Violencia, para el año 2012, fallecieron en Venezuela 21.692 personas. Igualmente,
según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), desde el año 2.002
hasta el 2.013, ha existido una disminución progresiva de
empleadores en el sector privado. Y de acuerdo con Transparencia Internacional,
Venezuela es el país con el índice de corrupción más elevado en América Latina.
Las cifras mencionadas, reflejan la situación de nuestro país en distintos
ámbitos: un país con altos índices de criminalidad, con una disminución
progresiva del sector privado para generar empleo, sumado además, a una
Administración Pública corrupta.
Asimismo, los datos citados no sólo indican la situación de nuestro país
en aspectos sensibles a la calidad de
vida y bienestar del ciudadano (que por sí mismos ya son preocupantes), sino
que también demuestran que detrás de esos problemas, también existe una
debilidad institucional como causa y consecuencia de los mismos. Es decir,
tenemos altas cifras de criminalidad, entre otras causas, por el alto porcentaje
de impunidad existente; los altos índices de corrupción evidencia la
incapacidad de la Contraloría General para sancionar al funcionario corrupto; y
la disminución progresiva de nuestro sector privado, viene acompañado de
instituciones que no fomentan el
emprendimiento y condiciones económicas de favorables para el ciudadano.
¿Qué sucede, entonces, cuando la democracia y sus instituciones dejan de velar
por uno de sus fines esenciales, como es el de procurar bienestar para sus
ciudadanos? ¿Qué pasa cuando el ciudadano comienza a percibir las instituciones
democráticas como parte de una dinámica miope y excluyente de sus necesidades?
Cuando eso sucede, comienza a generarse en el ciudadano un sentimiento de insatisfacción por
las necesidades no cubiertas, y con ello, cuestionamientos y pérdida de
confianza hacia la propia democracia, caldo de cultivo para la demagogia y el populismo.
Justamente, entre los años 60 y 80, ese breve período histórico durante el
cual Venezuela experimentó importantes avances en materia de desarrollo social
y económico, estuvo acompañado de instituciones sólidas e independientes que
cumplían cabalmente su rol. Y cuando esas mismas instituciones comenzaron a
fallar,-hacia los 80 y hasta nuestros días-, la democracia también comenzó a
fallar, lo que produjo un
desmejoramiento progresivo de la calidad de vida del ciudadano, ocasionando numerosas
y profundas crisis (políticas, económicas, sociales).
El fortalecimiento de nuestras instituciones se nos presenta
como un tema transversal, y las dificultades
que hoy atravesamos en términos sociales y económicos, están asociadas directamente
a la debilidad de nuestras instituciones públicas.
Desde el punto de vista institucional, Venezuela está en su nivel más bajo.
Y para avanzar juntos como país y sociedad, es necesario promover el
fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario