El
drama institucional que padece el país no sólo se nos presenta actualmente a
través de la corrupción descarada, la ausencia de poderes públicos
independientes, y el saqueo del erario público. Hay una consecuencia mucho más
grave, y es que el desmembramiento institucional en Venezuela se ha convertido
en un tema generacional, y hoy por hoy, la mayoría de los venezolanos
pertenecemos a dos grandes grupos generacionales unidos por ese mal histórico
común. Sin embargo, y frente a esa circunstancia, el rol histórico de estas dos
generaciones se encuentra profundamente diferenciado.
Ese
primer gran grupo de venezolanos está representado por aquellos hombres y
mujeres que hoy en día son profesionales
entre 35 y 50 años, y que a pesar de haber nacidos en el auge de una Venezuela
en pleno desarrollo económico, no tuvieron (y no han tenido) la oportunidad de
ser beneficiarios directos de esa Venezuela próspera; por
el contrario, el inicio de su vida productiva y de su conciencia política
–hacia los años 90’-, coincide con un
país en franco declive institucional. Hoy,
esa generación es la que está asumiendo el liderazgo político del país,
y a la que le corresponde dar los primeros grandes pasos para la reinstitucionalización de Venezuela.
Detrás
de ese grupo generacional, venimos nosotros, quienes tenemos entre 20 y 35,sin
noción histórica alguna de la Venezuela
institucional, y que además, nos
insertamos en un momento histórico en el que la demagogia y la división social alcanzan
su personificación en el ex presidente que tuvimos, y los ministros que todavía
tenemos. Sin embargo, nuestro rol de cara al futuro de Venezuela, será la de
afianzar y profundizar definitivamente en nuestro país, el valor de unas
instituciones sólidas e independientes.
Somos
una generación de virtuosos, de eso no hay duda. Tenemos motivos de sobra para
asumirnos como el futuro hecho realidad en Venezuela. Presenciar el surgimiento
de jóvenes que hoy aspiran a cargos de concejales y alcaldes, es la expresión
de un futuro mediato que le depara a nuestro país. Estoy convencido de ello.
Sin embargo, reitero, como generación creo que deberíamos entender que nuestro
rol protagónico no es ahora, sino dentro de 15 o 20 años.
Nuestro
gran rol, ahora, es comenzar desde abajo, en las comunidades; conocer al país
en términos políticos, sociales, económicos; recorrerlo a pie; asumir una
actitud propositiva frente a tantas carencias; incluirnos en lo público y lo
político como demostración del país institucionalizado al cual aspiramos
obstinadamente. Pero sobre todo, estoy convencido que nos toca asumir una labor
formativa dirigida a crear una conciencia social crítica, capaz de distinguir y
de repudiar al demagogo y al populista.