Hoy más
que nunca, el valor de las instituciones como pilar fundamental del desarrollo
y el diálogo cobra importancia en Venezuela. Y no es porque en Venezuela
existan instituciones sólidas y confiables, sino porque justamente ese es uno
de los tantos motivos por los cuales nuestro país mantiene los alarmantes niveles
de conflictividad social. Basta con estudiar nuestra historia (incluyendo la
colonial) para darse cuenta que las instituciones como instancias para dirimir
conflictos sociales, han estado ausentes para el venezolano.
Recientemente,
el gobierno nacional hizo una invitación a la llamada “Conferencia por la Paz”.
A ella asistieron empresarios, diputados, alcaldes, gobernadores y distintos
representantes de la sociedad venezolana. Todos hablaron en un ambiente de… cordialidad,
crítica constructiva, de saludos protocolares, reflexiones televisadas.
Realmente, parecía genuino. El objeto: abrir el diálogo entre los distintos
sectores de la sociedad.
Ahora
bien, así como la protesta es el instrumento de lucha democrática por
excelencia, por su parte, el diálogo es el medio indiscutible que emplean las sociedades para
procurar entendimiento frente a visiones divergentes. Usualmente, el diálogo
requiere de interlocutores válidos para que las partes antagónicas superen sus
diferencias o alcancen acuerdos consensuados, cuyo rol, comúnmente, es ejercido
por las instituciones. La iglesia, las universidades, los poderes públicos son
ejemplo de instancias institucionales facilitadoras de acuerdos.
En las
actuales circunstancias de efervescencia social, ¿Cuál sería esa instancia
institucional capaz de propiciar entendimiento entre el gobierno y la
oposición? ¿Los poderes públicos? ¿Los mismos que son responsables de la
impunidad, los altos índices delictivos, la corrupción, los abusos policiales,
las violaciones de derechos humanos, fraude electoral? No hay diálogo sincero
cuando los promotores del diálogo son la causa y consecuencia del
desmembramiento institucional del país. Hay que ser enfáticos: no es posible el
diálogo con Rodriguez Torres, Ortega Diaz, Iris Valera, Diosdado Cabello. No
puede hablarse de la soga en casa del ahorcado.
¿La
iglesia, las universidades? ¿Las mismas instituciones que el gobierno ha vilipendiado
para justificar sus desaciertos y su discurso de división social? Han sido
numerosos los improperios que el gobierno le ha dedicado a la Conferencia
Episcopal, y mucho “gas del bueno” han recibido las universidades, para creer que el gobierno reconocerá a esas instancias
como medios facilitadores de acuerdos.
Hoy,
cuando Venezuela clama por diálogo, pareciera no haber espacios institucionales
para su desarrollo. Ya sea porque arrastramos la desgracia histórica del
personalismo, o porque el gobierno se ha encargado generar un discurso cargado
de odio y división, lo cierto es que Venezuela requiere de instituciones para
el diálogo, la fraternidad y la unión.
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