Son
muchos los motivos que nos obligan a salir para la calle. Inseguridad,
inflación, desabastecimiento, corrupción, estudiantes detenidos, violaciones de
derechos humanos, hastío. Pero lamentablemente no hemos sido capaces de amalgamarlas
en un discurso coherente. Ahí radica el asombroso drama de la oposición. Y al
carecer de un discurso, se pierde conexión social.
Hace
falta, pues, que la protesta se nutra de contenido social, tenga un fin, sea
reivindicativa.
No
podemos sentirnos orgullosos de ir a la calle y quemar cauchos, causar daños a
locales y recibir bombas lacrimógenas. E incluso, si de protesta pacífica se
trata, no puede causarnos alegría que nuestras marchas sean típicamente clase
media y con consignas dispersas que en ocasiones rayan en lo banal y fatuo.
Los
párrafos anteriores solo persiguen ser una crítica constructiva frente a los
hechos de violencia que han sucedido en las últimas semanas. Hay que dejar a un
lado la visceralidad irracional que nos ha caracterizado como sociedad, y
asumir de ahora en adelante, a la protesta como medio para unir a ese país que
pareciera estar dividido en dos grandes toletes, no obstante padecer los mismos
problemas.
Es por
eso, un grupo de jóvenes hemos decidir rescatar el valor de la protesta como
instrumento de lucha democrática, pero entendiéndola con objetivos claros y
precisos. Se trata de reivindicar a la protesta como vehículo para rescatar el
valor de las instituciones en el país, denunciar la corrupción, exigir más
seguridad, repudiar la división social, clamar por más justicia.
Para
ello, existen más de cien métodos de lucha no violenta que nos permiten ofrecer
mensajes con contenido social a ese “otro gran país”. Mítines, concentraciones,
panfleteos, pancartas, boicots, no cooperación, mensajes simbólicos, grafitis.
Si a estos métodos de lucha los
empleamos en un país donde existen tantas carencias y descontento, los
resultados pudieran ser asombrosos.
Yo no
fui líder estudiantil, pero sí fue parte de esa generación jóvenes que en el
2.007 para luchar contra la reforma constitucional fue a los barrios, al metro,
a las colas, a las busetas, en fin, hicimos y fuimos a donde fue necesario, con
los más diversos métodos para impedir que la propuesta de reforma constitucional
se aprobara…y lo logramos. Realmente es
absurdo reducirnos a quemar cauchos en Altamira y trancar la autopista Prados
del Este si esas acciones no las complementamos con un discurso llano y
socialmente incluyente; es como si escupiéramos para arriba.
En este
momento hay fallecidos y centenares de heridos. El país requiere mucha
racionalidad con las protestas, y frente a las restricciones que ha impuesto
este gobierno, se hace necesario ser creativos y hacer de la protesta un
mecanismo esperanzador para los cambios sociales.
¡Protesta
con propuesta!
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Jaime
Eduardo Merrick.
@jaimemerrick